Don Quijote: un hombre cuerdo

Por: Daniel Carrizales Romero
«La locura, a veces, no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma.»
Johann Wolfgang Goethe[1]

Don Quijote es un hombre sabio que, a pesar de tener un sentido abstracto de su entorno, habla con cordura, su locura no es más que su espíritu de caballero andante.

En la obra El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, escrito por el novelista español Miguel de Cervantes Saavedra, el personaje de Alonso Quijano o mejor conocido como Don Quijote de La Mancha, según se afirma, perdió la razón tras leer incansablemente novelas de caballería y tratar de hallarles el sentido, en resumen se está diciendo que Don Quijote de La Mancha no es nada más que un loco sin juicio[2].

Sin embargo, se nota en su manera de hablar y concebir el mundo que, en realidad es un hombre sabio y cuerdo, que, a pesar de confundir molinos de viento con gigantes o un rebaño de ovejas y carneros con un amenazante ejército, aun se expresa de maneras en las que un simple loco sin juicio no sería capaz de articular.

La locura, según la Real Academia Española, se define como «Privación del juicio o del uso de la razón.», «Acción inconsiderada o gran desacierto.» o bien «Acción que, por su carácter anómalo, causa sorpresa.», por lo que se podría pensar que Don Quijote es un loco sin uso de la razón, pero más allá de eso la locura de Alonso Quijano esta principalmente fundamentada en que este realizaba acciones de carácter caballeresco que, para su época, causaban una sorpresa mayúscula ya que no eran comunes.

En el artículo La estructuración circular cordura-locura-cordura en el Quijote por el poeta, cuentista, profesor y crítico Jorge Ramírez Caro de la Universidad de Costa Rica se cita al crítico Mauro Olmeda para hacer referencia a estos ideales pero desde la perspectiva y posible propósito de Cervantes

«[…] el mismo crítico apunta: "La supuesta locura de Don Quijote es un ardid concebido por la fantasía de Cervantes para dar paso a la traza de su ingeniosa concepción poética, impregnada de profundo sentido crítico de la vida social de su época" (p. 244. El destacado es mío).
Dentro del planteamiento de Olmeda está el considerar a Cervantes como un erasmista[3], de modo que la locura de Don Quijote no es más que un disfraz impuesto por el autor para decir la verdad sin ser censurado.» (p. 45)

A lo largo de la obra existen varias anécdotas y discursos emitidos por Alonso Quijano  o como ahora se hace llamar  «Don Quijote de la Mancha» que demuestran que él es un hombre bastante cuerdo en su habla como para ser llamado un loco que ha perdido el juicio, además de que cuenta con un sentido casi extinto de la verdad y la justicia, una de las principales razones por las que este viejo decrepito decidió salir a recorrer el mundo como todo un caballero andante de la talla del Amadis de Gaula, o al menos eso cree.

Se dice que los múltiples libros de caballería  que Don Quijote leyó, son la causa de su locura. Pero en realidad la lectura lo salvó, le hizo imaginar, y ahora, con la mente libre de las ataduras de una vida en una sociedad corrompida por la falta del sentido de justicia y fe en la palabra, ya puede aventurarse a recorrer los caminos del mundo buscando justicia y un amor idealizado.

De acuerdo con Eunhee Kwon de la Universidad Femenina de Duksung, autora del artículo Alonso Quijano, un Quijote "vestido de cuerdo y desnudo de loco", al referirse a la metamorfosis sufrida por Don Quijote de ser una persona cuerda a ser un loco señala que:

«No son transmutaciones radicales, ya que cuando Alonso, cuerpo y materia de Don Quijote, decide pasarse por loco, lo hace como un desarrollo, un proceso evolutivo de crecimiento personal que se vale de sus salidas en busca de aventuras -que, según Borges[4], no son más que meros adjetivos de Alonso Quijano- para cambiar las estructuras que definen nuestro concepto de identidad y visión del mundo.» (p. 168)

En realidad lo que le daría al personaje esa locura desde un punto de vista científico es la falta de sueño [5]y eso sumado a ideales poco comunes para su época, disposición y libertad da como resultado que se le perciba como una persona loca con destellos de cordura.

«En resolución él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio» (p.34)

Las aventuras de Don Quijote no necesariamente son en todos los casos con su espada en mano luchando contra molinos u ovejas, sino también, y principalmente, de la palabra, largos discursos que pueden llegar a parecer absurdos, incoherentes, despropositados, quizá colocados ahí para reforzar la idea de que está loco perdido, pero aun algunos de éstos acabarán apreciándose como discursos hablados con buen uso de la razón y de la cordura.

En estos pasajes en los que Don Quijote defiende su filosofía de vida, hace referencia a los ideales que ha jurado guardar y mantener y las virtudes espirituales de un caballero o expone los deberes que se siente obligado a cumplir por su manía caballeresca. Y estas virtudes son las de la justicia, la caridad, el amor al prójimo, el servicio a los desamparados, etc.

Don Quijote, en el capítulo ocho de la segunda parte en una conversación con su escudero Sancho Panza le transmite esos principios que, sin duda alguna, un loco no podría haber expresado de esa manera.

«Hemos de matar en los gigantes a la soberbia; a la envidia, en la generosidad y buen pecho; a la ira, en el reposado continente y quietud del ánimo; a la gula y al sueño, en el poco comer que comemos y en el mucho velar que velamos; a la lujuria y lascivia, en la lealtad que guardamos a las que hemos hecho señoras de nuestros pensamientos; a la pereza, con andar por todas las partes del mundo, buscando las ocasiones que nos puedan hacer y hagan, sobre cristianos, famosos caballeros.» (p. 331)

Pero una de las mayores pruebas de los razonables discursos de don Quijote, es el discurso de la Edad Dorada[6], en el cual don Quijote demuestra su elocuencia a través del pronunciamiento de palabras cuerdas y sutiles sobre la generosidad, el amor, los caballeros andantes, valores y como estos tienen la misión de volver a restaurar el antiguo orden del que se gozaba en la Edad Dorada, pero, a diferencia de algunos otros de sus discursos, sin divagaciones. En sí, lo que demuestra su cordura es la manera de hablar y expresarse de una manera bastante rica, aunque la añoranza misma de regresar a la edad de oro sea algo casi utópico, irreal e inalcanzable, principalmente porque es una etapa que nunca existió como tal, pero él cree que sí.

Primer fragmento del discurso, en el que denuncia la manera en que el hombre se ha convertido en un ser egoísta y materialista:

« ¡Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío!» (p. 69)

Este se convierte en un inútil razonamiento ya que su audiencia es bastante inculta y no comprende tan fácilmente lo que don Quijote quiere expresar a través de este sabio pero espontaneo razonamiento.

Prueba inequívoca de la cordura de don Quijote son sus extensos conocimientos en varias materias y áreas, por ejemplo habla sobre poesía ante el hijo de don Diego de Miranda; en materia de amor, mujeres y casamientos, la música, la geografía o las buenas costumbres él es también conocedor.

Fragmento donde Don Quijote explica a Don Lorenzo porque la caballería andante es una ciencia que engloba muchas otras desde su punto de vista:

     «[…] el que la profesa ha de ser jurisperito y saber las leyes de la justicia distributiva y conmutativa, para dar a cada uno lo que es suyo y lo que le conviene; ha de ser teólogo, para saber dar razón de la cristiana ley que profesa, clara y distintamente, adondequiera que le fuere pedido; ha de ser médico, y principalmente herbolario, para conocer en mitad de los despoblados y desiertos las yerbas que tienen virtud de sanar las heridas, que no ha de andar el caballero andante a cada triquete buscando quien se las cure; ha de ser astrólogo, para conocer por las estrellas cuántas horas son pasadas de la noche y en qué parte y en qué clima del mundo se halla; ha de saber las matemáticas, porque a cada paso se le ofrecerá tener necesidad dellas; y dejando aparte que ha de estar adornado de todas las virtudes teologales y cardinales, decendiendo a otras menudencias, digo que ha de saber nadar como dicen que nadaba el peje Nicolás o Nicolao, ha de saber herrar un caballo y aderezar la silla y el freno […]» (p.370)

También demuestra que es alguien cuerdo, pero no convencional al estar consciente de que su voluntad tiene control total sobre sus acciones, y es su decisión tener esa filosofía caballeresca que porta con tanto orgullo. Como por ejemplo cuando se va a hacer penitencia en Sierra Morena, no tiene razón más que su voluntad y el deseo de hacer de su vida una obra de arte.

Un ejemplo de que Don Quijote es aún una persona cuerda y convincente puede apreciarse cuando los demás personajes opinan de él, por ejemplo cuando Marcela asiste al funeral de Grisóstomo para aclarar que ella no fue quien lo orilló a la muerte y luego desaparece, los pastores la quieren seguir pero don Quijote les da un corto pero convincente discurso para que no la sigan y se queden en el funeral y estos, que al principio se burlaron de él, ahora lo respetan y hasta se muestran a su merced.[7]

«[…] y Don Quijote se despidió de sus huéspedes y de los caminantes, los cuales le rogaron se viniese con ellos a Sevilla, por ser lugar tan acomodado a hallar aventuras que en cada calle y tras cada esquina se ofrecen más que en otro alguno. Don Quijote les agradeció el aviso y el ánimo que mostraban de hacerle merced […]» (p. 85)

El hijo de Don Diego de Miranda, Don Lorenzo señala, a partir de una plática que sostuvo con él, que Don Quijote está loco pero lleno de lúcidos intervalos. Esto debido a que la manera en la que habla no concuerda con un loco pero en general para Don Lorenzo, el creer que los caballeros andantes existieron es suficiente argumento para afirmar que efectivamente está loco. [8]

Sobre esta percepción del resto de los personajes escribe Jesús Pons Dominguis de la Universidad de Valencia en su artículo  Sobre La Locura De Querer Ser Héroe Y Cómo Jugar A Serlo

«Es verdad que Cervantes desde el inicio mismo de la novela y a lo largo de toda la obra afirma innumerables veces que Don Quijote está loco y así es como lo perciben el resto de personajes y el lector mismo. Ahora bien, conviene recordar que Cervantes juega constantemente y se sirve de la ironía y de la complejidad narrativa de la obra para inducir al lector en una determinada dirección. También es cierto la posibilidad contraria, es decir, que en multitud de ocasiones el lector y el resto de personajes se sorprenden ante las palabras acertadas de Don Quijote y su capacidad para razonar sobre cuestiones que no tienen que ver con las de la caballería.» (pp. 485-486)

Don Quijote es además consciente de que es concebido por la sociedad como una persona loca, esto se puede ver cuándo se encuentran en la Sierra Morena y Sancho se quiere ir, pero antes Don Quijote le da una carta para Dulcinea y le dice:

«Loco soy, loco he de ser hasta tanto que tú vuelvas con la respuesta de una carta que contigo pienso enviar a mi señora Dulcinea; y si fuese tal cual a mi fe se le debe, acabarse han mi 'sandez' y mi penitencia; y si fuese al contrario, seré loco de veras.» (p. 140-141)

Don Quijote es un hombre que, se dice, perdió la cordura, pero demuestra a lo largo de la obra que efectivamente tiene una perspectiva abstracta de la realidad y que tiene episodios delirantes, pero más allá de eso demostró que es una persona cuerda ya que se mantuvo fiel a los ideales que conoció y de los que se enamoró a través de la lectura, se mantuvo fiel por voluntad propia. Don quijote está loco por un ideal, el ideal del caballero andante

Además la manera en la que habla y expone sus discursos es bastante buena como para ser hablada por alguien que ha perdido la cordura, es un hombre bastante culto, muy probablemente debido a que es un lector ávido, tiene bastantes conocimientos como para hablar de varios temas. En la segunda parte del libro es cuando lo empiezan a reconocer y a respetar más. Para el final de la segunda parte vuelve a tener un sentido concreto de la realidad y esto trae lentamente su muerte espiritual y simbólica, seguida de su muerte física.

Don Quijote tenía un pensamiento abstracto, el mundo tenía un pensamiento concreto, él veía el mundo desde una diferente perspectiva, podía ver gigantes en lugar de molinos, castillos en lugar de ventas, tenía esa capacidad de trastocar la realidad. Quizá simplemente era un hombre sabio incomprendido, tachado de loco por ser un soñador con ideas distintas de los demás.







Bibliografía

-Caro, J. R. (2005). La estructuración circular cordura-locura-cordura en el" Quijote". Hipertexto, (1), 44-54.
-Cervantes, M. (1988). Don Quijote de la Mancha. México: Editores Mexicanos Unidos.
-Kwon, E. (2005). Alonso Quijano, un Quijote" vestido de cuerdo y desnudo de loco" 0. In Actas del XI Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Seúl, 17-20 de noviembre de 2004 (pp. 163-172). Universidad de Hankuk.
-Locura. www.rae.es/
-López, A. (2005) El Sueño de Don Quijote. Recuperado de: http://www.elmundo.es/elmundosalud/2005/04/21/neuropsiquiatria/1114099792.html
-Pons, J. (2007). Sobre la" locura" de querer ser héroe y cómo jugar a serlo. Thémata: Revista de filosofía, (39), 485-490.



[1] Poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán
[2] Juicio: Facultad del alma, por la que el hombre puede distinguir el bien del mal y lo verdadero de lo falso, o bien, estado de sana razón opuesto a locura o delirio.
[3] Corriente ideológica y estética dentro del humanismo renacentista, critica la corrupción del clero, y los aspectos más exteriores de la religiosidad católica porque prefiere una religiosidad interior y espiritual, se declara en contra de las guerras.
[4] Jorge Luis Borges, escritor argentino, autor de La rosa profunda (obra citada por la autora)
[5] Según un análisis realizado por un grupo de neurólogos de la Unidad Multidisciplinaria del Sueño del Hospital Clínic, en Barcelona.
[6] Capítulo 11,Primera parte
[7] Capítulo 14, primera parte.
[8] Parte 2, Capítulo 18

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