Características humanas en los dioses de las obras
Por: Luis Guillermo Covarrubias Chi
Características
humanas en los dioses de las obras
Desde
los orígenes de la humanidad, los humanos siempre se han preguntado el << ¿Por qué?>> de las cosas que los
rodeaban y sucedían en aquél entonces. En ese tiempo, se tenía una maravillosa
vista de la bóveda celeste, donde se podían apreciar claramente las
constelaciones y las estrellas de la noche, y sólo el sol del día. Con estos
astros se marcaban los ciclos de cosecha, religiosos, de siembra, las
estaciones y el tiempo, y según muchas civilizaciones, estos influían en gran
parte de la vida espiritual y mental de las personas. Muchas civilizaciones
tomaron en cuenta lo que veían en el cielo, ya que era algo <<inalcanzable>> para ellos por lo
que lo tomaban como un asunto de divinidad, por lo que <<personificaban>> a los astros en
forma de poderosos seres superiores a los humanos pero algo curioso sucede con
esto: podría ser desde un dios que mantenía los cuerpos de agua en movimiento
hasta un dios con tal superioridad que fuera el creador de cuanto podemos ver o
no y tocar, pero en su personalidad y forma de actuar no sería más que un
hombre o una mujer llena de sentimientos y emociones tales como envidia, lujuria,
amor, odio, rivalidad, enojo, entre otros más y que pueden generar vínculos
afectivos o despectivos.
Un
buen ejemplo de esta hipótesis son los dioses de la mitología griega. Ellos en
su recopilación de mitos, leyendas e historias hablaban sobre cómo los dioses
intervenían como seres poderosos en sus vidas pero a la vez como seres humanos
viviendo el <<lujo>> del
poder.
Lo
primero que se piensa y se quiere en la vida es el concepto de <<madre>>, y esto no era diferente
para los griegos. Ellos hablaban con varias de sus diosas refiriéndose a ellas
como <<madre>> y ellas
respondiéndoles a ellos como sus <<hijos>>.
Dentro de estos diálogos se notaba el afecto que se tenían en la dulzura y
cortesía de las palabras que usaban:
<<Respondiéndole Tetis, derramando lágrimas: “¡Ay, hijo mío! ¿Por qué te
he criado, si en hora aciaga te dí a luz? ¡Ojalá estuvieras en las naves sin
llanto ni pena, ya que tu vida ha de ser corta, de no larga duración!”>>
(p 32, La Ilíada Tomo I)
Y
al igual que toda una madre, siempre busca ayudar a su hijo, lo apoya, siempre
quiere estar con él o ella para facilitarle las cosas y que siempre salga
vencedor en las batallas y retos que se le pongan enfrente:
<< (Odiseo a Atenea) “Óyeme, diosa, y ven a socorrerme propicia, dando a
mis pies más ligereza.”
Tal
fue su plegaria. Palas Atenea le oyó, y agilitóle los miembros todos y
especialmente los pies y las manos... (Ayax:) “¡Oh dioses! Una diosa me dañó
los pies; aquella que desde antiguo acorre y favorece a Odiseo cual una
madre.”>> (p 224, La Ilíada Tomo II)
Pero
no sólo se consiguen los placeres de los dioses por llamarlos <<padre>> o <<madre>>, sino que también hay que
ganarse su amistad cual buen amigo, su confianza, su lealtad y así poder sacar
provecho por las dos partes de esa <<amistad>>:
<< (Medea:) “Oh Zeus, oh Justicia, hija de Zeus y oh luz de Helios! Ahora,
¡oh amigas!, venceremos con gloria a nuestros adversarios y entraremos en el
camino recto; ahora espero que mis enemigos serán castigados”>> (p
55, Eurípides)
Aunque
también se podría crear uno que otro lazo que causara dolor de cabeza, como
muchos hombres se causan entre ellos:
<<Estrepsiades.- ¡Ya no me hables de ese Poseidón nunca! Ese ha sido mi
ruina. Si de corazón me quieres, hijo mío, dame gusto. >> (p 68, Las
nubes)
Pero
no todo era alegría con los dioses. Al igual que los hombres, si se les ofendía
o insultaba, ellos no solo despreciaban al individuo responsable de aquel
insulto...:
<<Y todos los dioses le compadecían, a excepción de Poseidón, que
permaneció constantemente airado contra el divinal Odiseo hasta que el héroe no
arribó a su tierra. >> (p 18, La Odisea)
...ni
mucho menos perdonaban a aquellos que los engañaban y fallaban contra su
lealtad...:
<< (Casandra:) “¡Apolo! ¡Apolo que me has traído hasta aquí, y eres mi perdición;
segunda vez me pierdes con total ruina!”>> (p 170, Esquilo)
...sino
que usaban sus poderes contra el penoso individuo atrevido que cometió tal
ofensa, y sobre él caía la cólera de los dioses. ¡Ay de aquél que Zeus
castigara!...:
<< (Coro:) “(...) o ya Apolo, o Pan, o el mismo Zeus, y envíe una Erinna
vengadora que al cabo y al fin castigará la maldad de los impíos violadores,
así también Zeus, poderoso amparador de la hospitalidad, envió contra Alexandro
a los hijos de Atreo...”>> (p 137, Esquilo)
...Porque
la ira de los dioses es algo tan temible, ya que es una combinación de la ira,
del rencor de un hombre y los poderes del universo, que si recae sobre uno,
este desearía volverse completamente mortal y dejar la inmortalidad, ya que al
igual que los humanos, éstos sentían el dolor, un dolor inmenso, lástima que fuera
imposible dejar atrás la inmortalidad en algunos casos...:
<< (Prometeo:) “(...) Contemplad cargado de qué oprobios lucharé por
espacio de años infinito. Tal infame cadena tuvo para mí el nuevo rey de los
felices. ¡Ay! ¡que lamento el mal presente y también el futuro! ¿Cuándo asomará
el término de mis penas?...”>> (p 14, Esquilo)
...O
simplemente te llevan a tu propio destino, el que ellos escogen para tí:
<<Ed. Estr. 2.- ¡Apolo fue, Apolo, amigos, quien funestos, sí, funestos
infortunios hizo míos, muy míos! ¡Pero mi propia mano, esta mi mano, los
descargó sobre mí mismo, desdichado! ¿Por qué había yo de ver, sí para el que
ve, nada dulce había que ver pudiera?>> (p 194, Las siete tragedias)
Cuando
convivimos con varias personas, muchos llegan a tener puntos de vista
diferentes sobre ti mismo y viceversa. No con todos nos llevamos de maravilla,
pero tampoco a todos les damos dolor de cabeza. Esto no ocurría diferente que
con los dioses. Algunos podían ver como infortunio ser sacrificado para
restaurar una maldición:
<< (Coro:) “(...) ¡oh tierna joven!, víctima de tu adversa suerte y de
Artemisa.”>> (p 303, Eurípides)
Otros
podrían verlo como si fuera un honor ser presentado para los dioses y/o en
beneficio de un pueblo:
<< (Ifigenia:) “(...) Vosotras, ¡oh doncellas!, cantad lúgubre himno en
honor de Artemisa, hija de Zeus, y que felices presagios favorezcan a los
dánaos... (...) alabad a Artemisa, a Artemisa, reina y bienaventurada, que, a
costa de mi sangre y de mi vida, por ser necesario, cumpliré con la voluntad
del oráculo...”>> (p 307, Eurípides)
Al
igual que los hombres, los dioses veían como justicia el <<Ojo por ojo, diente por diente>>,
para el cual los hombres y dioses tenían permiso de ejecutar, y esta sería la
balanza de lo justo:
<< (Zeus:) “(...)Puesto que el divinal Odiseo se ha vengado de los
Pretendientes, inmólense víctimas y préstense juramentos de mutua fidelidad;
tenga aquél siempre su reinado en Ítaca; hagamos que se olvide la matanza de
los hijos y de los hermanos; ámense los unos a los otros, como anteriormente; y
haya paz y riqueza en gran abundancia.”>> (p 447, La Odisea)
Como
todo hombre que busca la felicidad, los dioses también disfrutaban la
felicidad, era algo que los hacía sentir despreocupados:
<<(Prometeo a Océano:) Dígote que eres feliz, porque después de haber
osado tomar parte conmigo en mis penas, aún estás sin que Zeus te culpe>>
(p 21, Esquilo)
Si
naciera un hombre más poderos que el que era el más poderoso en ese tiempo,
seguro el más viejo trataría de destruirlo. Y ya que los dioses actúan igual
que los humanos, pasaría lo mismo:
<<Ant. 2.- Zeus y Apolo, sí, son conocedores plenos de la verdad y
perciben todo lo referente a los mortales, ¡pero que entre los hombres un
divino sepa más que yo!, ¿podré admitirlo?>> (p 175, Las siete
tragedias)
Los
dioses tenían sentido de <<humanidad>>
al poder diferenciar conductas aberrantes entre los hombres, y estos podían
interferir cual buen samaritano y frenar estas acciones:
<<(Coro:) (...)ved, contemplad aquella mujer desaventurada antes que llene
sus manos de sangre infantil. De ti descienden tus hijos, Febo de cabellos de
oro, y es horrible que la mano de los hombres derrame sangre de dioses.
Refrénala, ¡oh luz divina!, detenla; arroja de este palacio a la sanguinaria y
mísera Erinnia, inspirada por fatídicas deidades.>> (p 71, Eurípides)
Como
todo humano, a veces la riqueza se representaba por la cantidad de bienes
materiales que se tenían, y estos, por lo tanto, tenían su protección y
<<bendición>>, y más si
fuera de un dios sería de gran riqueza y protección:
<<(Ed.:) (...)Todo ese terreno es sagrado; es posesión del santo Poseidón.
Está también el dios que porta el fuego, el gran Prometeo.>> (p 206,
Las siete tragedias)
Los
dioses eran considerados modelos por su gran poder y habilidades, al igual que
otros héroes y humanos de gran valor. Por lo tanto, cualquier tipo de
interacción con ellos era una bendición:
<<(...) día tras día, por la pradera murmurando corren y fecundan sus
aguas las verdes llanuras de la vega ondulosa. Los coros de las Musas no la
miran hostiles y Afrodita la de riendas de oro también le sonríe.>>
(p 220, Las siete tragedias)
Y
la última más importante semejanza de un dios con un hombre es la <<capacidad/necesidad>> de tener
hijos, ya que independientemente del amor, esta sólo es parte de un instinto
para perpetuar la especia, pero los griegos le otorgaban este <<privilegio>> a los dioses, convirtiéndolos
así en casi la misma imagen a un humano.
<<Saber injusto.- ¡Alto ahí! Ya estás atrapado y escaparte no podrás. Y
dime: ¿quién fue el más fuerte y más viril entre los hijos de Zeus; el de
mayores arrestos en el alma, el más valiente y el que mayores proezas hizo?>>
(p 85, Las once tragedias)
Bibliografía
Aristófanes. Las once comedias. Vigésima edición. México D.F. Editorial Porrúa México, 2008
Esquilo. Tragedias de Esquilo. Primera edición. México D.F. SEP, 1988
Eurípides. Tragedias. Primera edición. México D.F. SEP, 1988
Homero. La Ilíada Tomo I. Primera edición.
México D.F. SEP, 1988
Homero. La Ilíada Tomo II. Primera edición.
México D.F. SEP, 1988
Homero. La Odisea. Primera edición. México D.F.
SEP, 1988
Sófocles. Las siete tragedias. Trigésimo segunda
edición. México D.F. Editorial Porrúa México, 2010
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