Los pecados, entre más graves son el castigo es peor.

Los pecados, entre más graves son el castigo es peor. 


Por Miguel Ángel Méndez Orta



En este ensayo se hablará acerca de: “En el infierno, los pecados entre más graves son, su castigo es peor”. Se decidió hablar acerca de este tema puesto que al leer la parte de “El infierno” en el libro de “La divina comedia”, Dante Alighieri nos cuenta su perdición en una selva obscura en la cual para poder salir de ahí debe de pasar por el infierno, un purgatorio y llegar al paraíso y en muchas partes de este libro y en especial la de “El infierno” se menciona mucho el tema de los castigos y los pecados por lo que se decidió formar un ensayo acerca de este tema en el que a continuación se describe una hipótesis la cual explicará el porqué se piensa en ese resultado y al final de cada explicación se mostrará una o más referencias para sustentar esta hipótesis. 





En el infierno hay un total de 9 círculos en donde se ubican todos los pecadores. En cada círculo se ubica un diferente pecador. Al ser puesto o ubicado en un círculo más profundo (más cerca de donde se ubica Lucifer), significa que el pecado fue más grave, por lo tanto los castigos terminan siendo más fuertes, crueles y dolorosos. 





En el primer círculo (Limbo) Se encuentran las personas que no fueron bautizadas. Virgilio le comenta a Dante que estas personas no reciben ningún tipo de castigo o tortura, mas que el estar privados eternamente de la beatitud. 

<<Y sin decir más, penetró y me hizo entrar en el primer círculo que rodea el abismo. Allí, según pude advertir, no se oían quejas, sino sólo suspiros, que hacían temblar la eterna bóveda, y que procedían de la pena sin tormento de una inmensa multitud de hombres, mujeres y niños. El buen Maestro me dijo:
- ¿No me preguntas qué espíritus son los que estamos viendo? Quiero, pues, que sepas, antes de seguir adelante, que éstos no pecaron; y si contrajeron en su vida algunos méritos, no es bastante, pues no recibieron el agua del bautismo, que es la puerta de la Fe que forma tu creencia. Y si vivieron antes del cristianismo, no adoraron a Dios como debían: yo también soy uno de ellos. Por 
tal falta, y no por otra culpa, estamos condenados, consistiendo nuestra pena en vivir con el deseo sin esperanza.Un gran dolor afligió mi corazón cuando oí esto, porque conocí personas de mucho valor que estaban suspensas en el Limbo.>> (Canto VI, página 51)


En el segundo círculo se encuentran los lujuriosos a los cuales se les condena a ser arrastrados por un viento espantoso eternamente. También está el rey Minos el cual juzga los pecados de las almas y los envía al círculo que corresponden dependiendo del pecado que hayan cometido.

<<Empezaron a dejarse oír voces plañideras: y llegué a un sitio donde hirieron mis oídos grandes lamentos. Entrábamos en un lugar que carecía de luz, y que rugía como el mar tempestuoso cuando está combatido por vientos contrarios. La tromba infernal, que no se detiene nunca, envuelve en su torbellino a los espíritus; les hace dar vueltas continuamente, y les agita y les molesta: cuando se encuentran ante la ruinosa valla que los encierra, allí son los gritos, los llantos y los lamentos y las blasfemias contra la virtud divina.Supe que estaban condenados a semejante tormento los pecadores carnales que sometieron la razón a sus lascivos apetitos; y así como los estorninos vuelan en grandes y compactas bandadas en la estación de los fríos, así aquel torbellino arrastra a los espíritus malvados llevándolos de acá para allá, de arriba abajo, sin que abriguen nunca la esperanza de tener un momento de reposo, ni de que su pena se aminore. Y del mismo modo que las grullas van lanzando sus tristes acentos, formando todas una prolongada hilera en el aire, así también vi venir, exhalando gemidos, a las sombras arrastradas por aquella tromba. Por lo cual pregunté:

- Maestro, ¿qué almas son ésas a quienes de tal muerte castiga ese aire negro? - La primera de ésas, de quienes deseas noticias -me dijo entonces-, fue emperatriz de una multitud de pueblos donde se hablaban diferentes lenguas, y tan dada al vicio de la lujuria, que permitió en sus leyes todo lo que excitaba el placer, para ocultar de este modo la abyección en que vivía. Es Semíramis, de quien se lee que sucedió a Nino y fue su esposa y reinó en la tierra en donde impera el Sultán. La otra es la que se mató por amor y quebrantó la fe prometida a las cenizas de Siqueo. Después sigue la lasciva Cleopatra. Ve también a Helena, que dio lugar a tan funestos tiempos; y ve al gran Aquiles, que al fin tuvo que combatir por el amor. Ve a París y a Tristán>>(Canto V, páginas 57 y 58).





En el tercer círculo se condena la gula en el cual los pecadores son condenados a un hambre feroz ,una lluvia de granizo y estar enterrados en lodo desagradable el cual atraería el apetito de Cerbero quien al final los devoraría. Cerbero es el guardián de este círculo.

<<Al recobrar los sentidos, que perdí por la tristeza y la compasión que me causó la suerte de los dos cuñados, vi en derredor de mí nuevos tormentos y nuevas almas atormentadas doquier iba y doquier me volvía o miraba. Me encuentro en el tercer círculo; en el de la lluvia eterna, maldita, fría y densa, que cae siempre igualmente copiosa y con la misma fuerza. Espesos granizos, agua negruzca y nieve descienden en turbión a través de las tinieblas; la tierra, al recibirlos, exhala un olor pestífero. Cerbero, fiera cruel y monstruosa, ladra con sus tres fauces de perro contra los condenados que están allí sumergidos. Tiene los ojos rojos, los pelos negros y cerdosos, el vientre ancho y las patas guarnecidas de uñas que clava en los espíritus, les desgarra la piel y les descuartiza. La lluvia les hace aullar como perros; los miserables condenados forman entre sí una muralla con sus costados y se revuelven sin cesar. Cuando nos descubrió Cerbero, el gran gusano abrió las bocas enseñándonos sus colmillos; todos sus miembros estaban agitados. Entonces mi guía extendió las manos, cogió tierra, y la arrojó a puñados en las fauces ávidas de la fiera. Y del mismo modo que un perro se deshace ladrando al tener hambre, y se apacigua cuando muerde su presa, ocupado tan sólo en devorarla, así también el demonio Cerbero cerró sus impuras bocas, cuyos ladridos causaban tal aturdimiento a las almas que quisieran quedarse sordas. Pasamos por encima de las sombras derribadas por la incesante lluvia, poniendo nuestros pies sobre sus fantasmas, que parecían cuerpos humanos. Todas yacían por el suelo, excepto una que se levantó con presteza para sentarse, cuando nos vio pasar ante ella.- ¡Oh, tú, que has venido a este Infierno! -me dijo-; reconóceme si puedes. Tú fuiste hecho, antes que yo deshecho.Yo le contesté:- La angustia que te atormenta es quizá causa de que no me acuerde de ti; me parece que no te he visto nunca. Pero dime, ¿quién eres tú, que a tan triste lugar has sido conducido, y condenado a un suplicio, que si hay otro mayor, no será por cierto tan desagradable?Contestóme:- Tu ciudad, tan llena hoy de envidia, que ya colma la medida, me vio en su seno en vida más serena. Vosotros, los habitantes de esa ciudad, me llamasteis Ciacco. Por el reprensible pecado de la gula, me veo, como ves, sufriendo esta lluvia. Yo no soy aquí la única alma triste; todas las demás están condenadas a igual pena por la misma causa.Y no pronunció una palabra más. Yo le respondí:- Ciacco, tu martirio me conmueve tanto, que me hace verter lágrimas, pero dime, si es que lo sabes: ¿en qué pararán los habitantes de esa ciudad tan dividida en facciones? ¿Hay algún justo entre ellos? Dime por qué razón se ha introducido en ella la discordia.>> (Canto VI, páginas 61-63).





En el cuarto círculo se encuentran los avariciosos en donde se les condena a empujar piedras de gran peso, se divide en dos grupos los castigados en este círculo los cuales a la hora de chocar mutuamente, se pelean entre ellos. Entre más bienes tuvieron en su vida, más pesada será la piedra. Los avariciosos son custodiados por Pluto.

<<No te inquiete el temor; pues a pesar de su poder, no te impedirá que desciendas a este círculo.Después, volviéndose hacia aquel rostro hinchado de ira, le dijo:- Calla, lobo maldito: consúmete interiormente con tu propia rabia. No sin razón venimos al profundo infierno, pues así lo han dispuesto allá arriba, donde Miguel castigó la soberbia rebelión.Como las velas, hinchadas por el viento, caen derribadas cuando el mástil se rompe, del mismo modo cayó al suelo aquella fiera cruel. Así bajamos a la cuarta cavidad, aproximándonos más a la dolorosa orilla que encierra en sí todo el mal del universo. ¡Ah, justicia de Dios!, ¿quién, si no tú, puede amontonar tantas penas y trabajos como allí vi? ¿Por qué nos desgarran así nuestras propias faltas?Como una ola se estrella contra otra ola en el escollo de Caribdis, así chocan uno contra otro los condenados. Allí vi más condenados que en ninguna otra parte, los cuales formados en dos filas, se lanzaban de la una a la otra enormes pesos con todo el esfuerzo de su pecho, gritando fuertemente; dábanse grandes golpes, y después se volvían cada cual hacia atrás, exclamando:
- ¿Por qué guardas? ¿Por qué derrochas? De esta suerte iban girando por aquel tétrico círculo, yendo desde un extremo a su opuesto, y repitiendo a gritos su injurioso estribillo. Después, cuando cada cual había llegado al centro de su círculo, se volvían todos a la vez para empezar de nuevo otra pelea.Yo, que tenía el corazón conmovido de lástima dije:
- Maestro mío, indícame qué gente es ésta. Todos esos tonsurados que vemos a nuestra izquierda, ¿han sido clérigos? Y él me respondió:
- Erró la mente de todos en la primera vida, y no supieron gastar razonablemente: así lo manifiestan claramente sus aullidos cuando llegan a los dos puntos del círculo que los separa de los que siguieron camino opuesto. Esos que no tienen cabellos que cubran su cabeza, fueron clérigos, Papas y cardenales, a quienes subyugó la avaricia. Y yo:
- Maestro, entre todos ésos, bien deberá haber algunos a quienes yo conozca y a quienes tan inmundos hizo este vicio. Y él a mí:
- En vano esforzarás tu imaginación; la vida sórdida que los hizo deformes, hace que hoy sean oscuros y desconocidos. Continuarán chocando entre sí eternamente; y saldrán éstos del sepulcro con los puños cerrados, y aquéllos con el cabello rapado. Por haber gastado mal y guardado mal, han perdido el Paraíso, y se ven condenados a ese eterno combate, que no necesito pintarte con palabras escogidas. Ahí podrás ver, hijo mío, cuán rápidamente pasa el soplo de los bienes de la Fortuna, por los que la raza humana se enorgullece y querella. Todo el oro que existe bajo la Luna, y todo lo que ha existido, no puede dar un momento de reposo a una sola de esas almas fatigadas.>> (Canto VII, páginas 66-68).





En el quinto círculo se castiga el pecado de la ira y la pereza, los pecadores de la ira son condenados a estar inmersos en fango el cual proviene de su rabia donde se auto-lastiman eternamente. A los perezosos se les castiga siendo sumergidos en el pantano del Estige privados del aire y cualquier palabra.

<<- Hijo, contempla las almas de los que han sido dominados por la ira: quiero además que sepas que bajo esta agua hay una raza condenada que suspira, y la hace hervir en la superficie, como te lo indican tus miradas en cuantos sitios se fijan. Metidos en lodo, dicen: Estuvimos siempre tristes bajo aquel aire dulce que alegra el Sol, llevando en nuestro interior una tétrica humareda: ahora nos 
entristecemos también en medio de este negro cieno. Estas palabras salen del fondo de su garganta, como si formaran gárgaras, no pudiendo pronunciar una sola íntegra.Así fuimos describiendo un gran arco alrededor del fétido pantano, entre la playa seca y el agua, vueltos los ojos hacia los que se atragantaban con el fango, hasta que al fin llegamos al pie de una torre.>> (Canto VII, páginas 69 y 70).






En el sexto círculo se ubica la ciudad de Dite la cual está vigilada por una gran cantidad de diablos y Furias. Aquí son condenados los herejes (blasfemos de la religión cristiana), se les castiga siendo enterrados en sepulcros en llamas, en pocas palabras, una hoguera.

<<Y nosotros, confiados en las palabras santas, dirigimos nuestros pasos hacia la ciudad de Dite. Entramos en ella sin ninguna resistencia; y como yo deseaba conocer la suerte de los que estaban encerrados en aquella fortaleza, luego que estuve dentro, empecé a dirigir escudriñadoras miradas en torno mío, y vi por todos lados un gran campo lleno de dolor y de crueles tormentos. Como en los alrededores de Arlés, donde se estanca el Ródano, o como en Pola, cerca del Quarnero, que encierra a Italia y baña sus fronteras, vence antiguos sepulcros, que hacen montuoso el terreno, así también aquí se elevaban sepulcros por todas partes; con la diferencia de que su aspecto era más terrible, por estar envueltos entre un mar de llamas, que los encendían enteramente, más que lo fue nunca el hierro en ningún arte. Todas sus losas estaban levantadas, y del interior de aquellos salían tristes lamentos, parecidos a los de los míseros ajusticiados. Entonces le pregunté a mi Maestro:
- ¿Qué clase de gente es ésa, que sepultada en aquellas arcas, se da a conocer por sus dolientes suspiros? A lo que me respondió:
- Son los heresiarcas, con sus secuaces de todas sectas; esas tumbas están mucho más llenas de lo que puedes figurarte. Ahí está sepultado cada cual con su semejante, y las tumbas arden más o menos. Después, dirigiéndose hacia la derecha, pasamos por entre los sepulcros y las altas murallas.>> (Canto IX, páginas 79 y 80)





En el séptimo círculo se encuentran los violentos los cuales están divididos en tres giros. En el primer giro se ubican quienes fueron violentos con otras personas a quienes se les castiga siendo inmersos en el río de sangre hirviente “El Flegetonte” además de ser atormentados por los centauros. En el segundo giro se encuentran los violentos contra sí mismos (suicidas), quienes están condenados a ser árboles extremadamente sensibles desde rama por rama y son desgarrados por perras famélicas. En el tercer círculo se encuentran los violentos contra Dios y son castigados por una incesante lluvia de fuego.

<<- Ya ves que en ello pienso. Hijo mío -continuó-, en medio de estas rocas hay tres círculos, que se estrechan gradualmente como los que has dejado; todos están llenos de espíritus malditos; mas para que después te baste con sólo verlos, oye cómo y por qué están aquí encerrados. La injuria es el fin de toda maldad que se atrae el odio del cielo, y se llega a este fin, que redunda en perjuicio de otros, bien por medio de la violencia, o bien, por medio del fraude. Pero como el fraude es una maldad propia del hombre, por eso es más desagradable a los ojos de Dios, y por esta razón los fraudulentos están debajo, entregados a un dolor más vivo. Todo el primer círculo lo ocupan los violentos, círculo que está además construido y dividido en tres recintos; porque puede cometerse violencia contra tres clases de seres: contra Dios, contra sí mismo ycontra el prójimo; y no sólo contra sus personas, sino también contra sus bienes, como lo comprenderás por estas claras razones. Se comete violencia contra el prójimo dándole la muerte o causándole heridas dolorosas; y contra sus bienes, por medio de la ruina, del incendio o de los latrocinios. De aquí resulta que los  homicidas, los que causan heridas, los incendiarios y los ladrones, están atormentados sucesivamente en el primer recinto. Un hombre puede haber dirigido su mano violenta contra sí mismo o contra sus bienes; justo es, pues, que purgue su culpa en el segundo recinto, sin esperar tampoco mejor suerte aquel que por su propia voluntad se priva de vuestro mundo, juega, disipa sus bienes o llora donde debía haber estado alegre y gozoso. Puede cometer violencia contra la Divinidad el que reniega de ella y blasfema con el corazón, y el que desprecia la Naturaleza y sus bondades. He aquí por qué el recinto más pequeño marca con su fuego a Sodoma y a Cahors, y a todo el que, despreciando a Dios, le injuria sin hablar, desde el fondo de su corazón. El hombre puede emplear el fraude que produce remordimientos en todas las conciencias, ya con el que de él se fía, ya también con el que desconfía de él. Este último modo de usar del fraude parece que sólo quebranta los vínculos de amor, que forma la Naturaleza; por esta causa están encadenados en el segundo recinto los hipócritas, los aduladores, los hechiceros, los falsarios, los ladrones, los simoníacos, los rufianes, los barateros y todos los que se han manchado con semejantes e inmundos vicios. Por el primer fraude no sólo se olvida el amor que establece la Naturaleza, sino también el sentimiento que le sigue, y de donde nace la confianza; he aquí por qué, en el círculo menor, donde está el centro de la Tierra y donde se halla el asiento de Dite, yace eternamente atormentado todo aquel que ha cometido traición. Le dije entonces:
- Maestro, tus razones son muy claras, y bien me dan a conocer, por medio de tales divisiones, ese abismo y la muchedumbre que le habita, pero dime: los que están arrojados en aquella laguna cenagosa, los que agita el viento sin cesar, los que azota la lluvia, y los que chocan entre sí lanzando tan estridentes gritos, ¿Por qué no son castigados en la ciudad del fuego, si se han atraído la cólera de Dios? Y si no se la han atraído, ¿por qué se ven atormentados de tal suerte?
Me contestó:
- ¿Por qué tu ingenio, contra su costumbre, delira tanto ahora?, ¿o es que tienes el pensamiento en otra parte? ¿No te acuerdas de aquellas palabras de la Ética, que has estudiado, en las que se trata de las tres inclinaciones que el Cielo reprueba: la incontinencia, la malicia y la loca bestialidad, y de qué modo la incontinencia ofende menos a Dios y produce menor censura? Si examinas bien esta sentencia, acordándote de los que sufren su castigo fuera de aquí, conocerás por qué están separados de esos felones, y por qué los atormenta la justicia divina, a pesar de demostrarse con ellos menos ofendida.>> (Canto XI, páginas 87-89)





En el octavo círculo se encuentran los fraudulentos en donde se ubican en diez diferentes fosas. En la primera fosa se encuentran los rufianes a quienes se les castiga siendo golpeados por latigazos. En la segunda fosa se castiga a los aduladores siendo hundidos en excrementos humanos. En la tercera fosa se castiga a los simoníacos quienes son colgados de cabeza en una olla hirviente de fuego. En la cuarta fosa se castiga a los adivinos y a los magos quienes son castigados viedo para siempre atrás y ver su pasado. En la quinta fosa se castiga a los malversadores quienes son inmergidos en un lago de brea hirviente. En la sexta fosa son castigados las hipócritas cargando ropa pesada de plomo por siempre. En la séptima fosa están los ladrones quienes son colocados entre las serpientes las cuales les producen un gran dolor y un cambio de personalidad. En la octava fosa se encuentran los consejeros fraudulentos quienes son castigados ardiendo en una llama de fuego. En la novena fosa se encuentran los maliciosos quienes son mutilados por demonios con espadas y cuando sanan sus heridas, los vuelven a mutilar. En la última fosa están los falsificadores quienes son condenados a estar enfermos de sarna por siempre y arrancarse la piel.

<<Tal era el sitio donde nos encontramos cuando descendimos de la grupa de Gerión; el Poeta echó a andar hacia la izquierda, y yo seguí tras él. A mi derecha vi nuevas causas de conmiseración, nuevos tormentos y nuevos burladores, que llenaban la primera fosa. En el fondo estaban desnudos los pecadores; los del centro acá venían de frente a nosotros; y los de esta parte afuera seguían nuestra misma dirección, pero con paso más veloz. Como en el año del Jubileo, a causa de la afluencia de gente que atraviesa el puente de San Ángelo, los romanos han determinado que todos los que se dirijan al castillo y vayan hacia San Pedro pasen por un lado, y por el otro los que van hacia el monte, así vi, por uno y otro lado de la negra roca, cornudos demonios con grandes látigos, que azotaban cruelmente las espaldas de los condenados. ¡Oh! ¡Cómo les hacían mover las 
piernas al primer golpe! Ninguno aguardaba el segundo ni el tercero.>> (Canto XVIII páginas 122-124)





<<Apenas tocaron sus pies al suelo del profundo abismo, cuando los demonios aparecieron en la roca sobre nuestras cabezas; pero ya no nos inspiraban temor; porque la alta Providencia que los había designado para ministros de la quinta fosa, les quitó la facultad de separarse de allí. Abajo encontramos unas gentes pintadas, que giraban en torno con bastante lentitud, llorosas y con los semblantes fatigados y abatidos. Llevaban capas con capuchas echadas sobre los ojos, por el estilo de las que llevan los monjes de Colonia. Aquellas capas eran doradas por de fuera, de modo que deslumbraban, pero por dentro eran todas de plomo, y tan pesadas, que las de Federico a su lado parecían de paja. ¡Oh manto fatigoso por toda la eternidad! Nos volvimos aún hacia la izquierda, y anduvimos con aquellas almas, escuchando sus tristes lamentos.>> (Canto XXIII, páginas 147 y 148)






En el último círculo del infierno están los traidores a quienes se les castiga congelados en el hielo. Es más profundo de este círculo en donde está Lucifer protegiendo el camino al purgatorio.

- ¿Maestro?, ¿qué tierra es ésta?
Me respondió:
- Como miras a lo lejos a través de las tinieblas, te equivocas en lo que te imaginas. Ya verás, cuando hayas llegado allí, cuánto engaña a la vista la distancia; así pues, aprieta el paso.Después me cogió afectuosamente de la mano, y me dijo:
- Antes que pasemos más adelante, y a fin de que el caso no te cause tanta extrañeza, sabe que eso no son torres, sino gigantes; todos los cuales están metidos hasta el ombligo en el pozo alrededor de sus muros.Así como la vista, cuando se disipa la niebla, reconoce poco a poco las cosas ocultas por el vapor en que estaba envuelto el aire, de igual modo, y a medida que la mía atravesaba aquella atmósfera densa y oscura, conforme nos íbamos acercando hacia el borde del pozo, mi error se disipaba y crecía mi miedo. Lo mismo que Montereggione corona de torres su recinto amurallado, así, por el borde que rodea el pozo, se elevaban como torres y hasta la mitad del cuerpo los horribles gigantes, a quienes amenaza todavía Júpiter desde el cielo, cuando truena. Yo podía distinguir ya el rostro, los hombros y el pecho de uno de ellos, y gran parte de su vientre, y sus dos brazos a lo largo de los costados. En verdad que hizo bien la Naturaleza cuando abandonó el arte de crear semejantes animales para quitar pronto a Marte tales ejecutores; y si ella no se arrepiente de producir elefantes y ballenas, quien lo repare sutilmente, verá en esto mismo su justicia y su discreción, porque donde la fuerza del ingenio se une a la malevolencia y al vigor, no hay resistencia posible para los hombres.


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