La metáfora del tiempo como configurador de la pérdida del mundo de Stefan Zweig en El mundo de ayer
Noemi
Sánchez Blanco
12
de febrero de 2016
«Time and memory are true
artists; they remould reality nearer to the heart's desire.»
John
Dewey
Stefan Zweig |
Resumen: En El mundo de ayer la
memoria del autor es imprescindible y es esta memoria la que se interpreta a
través del lenguaje. No hay duda que Zweig recurre a figuras del pensamiento,
como lo es la metáfora para tratar de retratar las experiencias y ponerlas en
palabras que tengan una carga espiritual y emocional como lo tuvieron tales
experiencias. Son estas metáforas las que configuran la narración de su
autobiografía, siendo un reto para el lector poder descifrar los sentimientos
que quiere expresar el autor.
Palabras clave: Tiempo, memoria, metáfora, autobiografía.
Palabras clave: Tiempo, memoria, metáfora, autobiografía.
Summary: In The world of yesterday the author's memory is essential and it is
this memory the one that is interpreted through the language. There is no doubt
that Zweig uses rhetorical figures of thought, such as it is the metaphor to
try to portray the experiences and put them into words that have a spiritual
and emotional meaning as the experiences themselves. These metaphors are the ones that shape up the
story of his autobiography, being a challenge for the reader to figure out the
feelings that the author wants to express.
Keywords: Time, memory, metaphor,
autobiography.
Résumé:
Dans Le monde d'hier la mémoire de
l'auteur est essentielle et il est cette mémoire qui est interprété par le
langage. Sans doute, Zweig utilise figures de style de la pensée , car il est
la métaphore d'essayer de dépeindre les expériences et les mettre dans des mots
qui ont un spirituel et émotionnel sense car il avait de telles expériences .
Sont ces métaphores qui composent l'histoire de son autobiographie , encore un
défi pour le lecteur à déchiffrer les sentiments que l'auteur voulez exprimer.
Mots-clés: Temps , mémoire ,
métaphore, autobiographie.
El mundo de ayer es una de las grandes
autobiografías del siglo XX. Sólo pocos meses después de concluirla, se suicidó
su autor, Stefan Zweig -un intelectual europeo, como ha habido pocos en el
siglo XX-, lejos de la Europa que amó, ya que no podía soportar la crueldad de
ese tiempo.
El mundo de ayer fue el testamento de Zweig, pero
es también una descripción excelente de
la vieja Europa anterior a la primera guerra mundial y de los estériles
intentos en el tiempo de entreguerras por oponer al nacionalismo la idea de una
Europa unida, consciente de su rica diversidad cultural.
De cómo desapareció
ese “mundo de ayer” es de lo que tratan estas memorias, que en realidad quieren
ser el relato de la derrota de la civilización, y de cómo la cultura sucumbió
ante la tiranía y el terror de la guerra. Zweig las escribió en 1940 y en tierra
extraña, desposeído, con sus obras prohibidas en su país, después de haber
conocido el éxito y la fama.
Pero la intención del libro no es sólo intentar demostrar, ya
en 1940, que hubo una vez un periodo de paz en Europa en el que la confianza,
la esperanza y la seguridad eran la norma, sino contraponer esos días
tranquilos a la tormenta que recorrerá Europa desde 1914. Todavía en el verano
de ese año, Zweig pensaba que no había un tiempo que diese más razones para el
optimismo y para que se alcanzase la “unidad espiritual” del continente, el fin
último al que aspiraba.
En
primer lugar se necesita conocer el significado de dos conceptos que podrían
parecer sencillos en el uso cotidiano pero que al analizarlos se pueden obtener
infinitas opiniones al respecto. Ese es el caso de la memoria y el tiempo. De
acuerdo a la Real Academia Española memoria significa «facultad psíquica por
medio de la cual se retiene y recuerda el pasado» y tiempo significa «Duración de
las cosas sujetas a mudanza. Magnitud física que permite ordenar la secuencia
de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro, y cuya unidad
en el sistema internacional es el segundo».
Podría
resultar lógico relacionar los dos conceptos porque al querer hacer memoria
necesitamos de una referencia que nos sitúe al evento, pero ¿es la memoria
siempre verdadera? La estrecha relación
que manifiestan la memoria, en cuanto al hecho de recordar, y la identidad, en
cuanto al conjunto de rasgos y circunstancias que definen y diferencian a una
persona o a un grupo social, es un tema recurrente en la literatura
contemporánea, en especial en la de países que en su historia reciente han
sufrido cambios sociopolíticos profundos, como es el caso de Alemania. Sobre
todo la narrativa actual tiende a plasmar estéticamente el proceso de recuerdo
y olvido que emprenden determinados individuos o colectivos, a fin de recrear,
a través de sus particulares visiones del pasado, unas identidades imaginadas o
reales.
Este
es el caso de Stefan Zweig, quien dicta en su obra El mundo de ayer una serie de eventos que marcaron su vida, siempre
recurriendo al uso de metáforas de tiempo para poder narrar lo que para él es
su mundo, su contexto, y que con la crueldad de la guerra fue desmoronándose
hasta terminar en el olvido. Zweig nunca deja de aferrarse a ese pasado
denominado por él mismo “la era dorada de la seguridad”(p 1[1])
donde todo parecía establecido sólidamente y destinado a durar, pero que
conforme avanza la narración se convierte en una historia, su historia de
tragedia.
«Las metáforas se caracterizan por su imperiosa necesidad de
mantener, de guardar, de “congelar” el tiempo. Sin embargo, al auscultarlas
desde otra perspectiva notamos que experiencia y recuerdo nunca pueden ser
igualados, se necesita de una brecha, de una diferencia entre ambos. En esta
búsqueda por la metáfora “perfecta”, que dé cuenta del gran poder de la memoria
como abrazadora y abarcadora del pasado, la memoria es al mismo tiempo olvido
(29), reconstrucción y creación.» (Hallam y Hockey, 2001)
El
conocimiento del pasado satisface la necesidad de comprender, de dar sentido a
los acontecimientos. No en vano Todorov dice que el hombre es memoria, que «estamos
hechos de pasado y volverlo inteligible es también tratar de conocernos mejor».
Sabemos que la narración es el recurso del que dispone la memoria para contar
la historia de los que fueron. Pensar lo pasado es contarlo; recordar lo pasado
es obligarse a narrarlo, elaborar un relato. Sin
embargo, es un hecho que hablamos de lo pasado y de lo futuro como si los
conociéramos.
Zweig
menciona que «sólo el que podía contemplar el futuro sin preocupaciones
disfrutaba del presente con buenos sentimientos». Pero ¿cómo medir el tiempo
siendo algo tan subjetivo? Según la concepción común del tiempo, éste se divide
en presente, pasado y futuro, tal como los tiempos de los verbos gramaticales. Sin
embargo, San Agustín sostendrá enérgicamente que pretérito y futuro no tienen
existencia en la realidad de las cosas. La razón es sencilla: “el pretérito ha
dejado de existir y el futuro no existe aún” (XI, c.14, 17).
Pero
claro está que Zweig comprendía esta subjetividad contestándose a él mismo «que
esa seguridad fue una fantasmagoría».(4) Pero aquí se cae en un paradigma ya que de no
existir de ningún modo pasado y futuro, no sería posible el conocimiento
histórico y la profecía ni la previsión de los efectos de nuestras acciones,
conocimiento este último necesario para elegir dichas acciones. Además, es un
hecho también que medimos los tiempos, y así hablamos de un tiempo largo y otro
corto. Sin embargo, ello parece ser incompatible con que sólo exista el
presente, ya que éste es inextenso, y lo inextenso no puede medirse.
El
tiempo, al igual que la metáfora son subjetivos, dependen de la perspectiva del
individuo. Un ejemplo de metáfora es «el carácter de odio que sólo empezó a
circular en la sangre de la época como residuo ponzoñoso de la primera guerra
mundial». (19)
Zweig
también habla de una memoria colectiva citando: «arrancados de todas las raíces
nutricias; los que empezamos cada vez de nuevo cuando nos empujan hacia un fin,
víctimas y, sin embargo, a la vez siervos voluntarios de ignotas fuerzas; los que
ya no vemos en la comodidad nada más que una leyenda y en la seguridad un sueño
infantil; nosotros hemos sentido en cada fibra de nuestro cuerpo la tensión de
polo a polo y el turbión eterno de lo eternamente nuevo […] Pero nada nos fue
dado de modo gratuito: hemos pagado su precio plena y verdaderamente. » (21) Para esto recurro a Fernando Lima quien afirma
que «la memoria no es
un concepto intelectual, no es algo que se pueda pensar. No es ese objeto
mental que de lo vivido elaboramos en el presente con la etiqueta de
‘recuerdo’, y que acaba por convertirse en una carga». (2014) Esta narración se acerca al alma del autor, aquí es
donde se puede notar que la memoria y el tiempo no son dos términos que puedan
ser usados de una manera vana en la cotidianeidad, sino que verdaderamente son
ejemplos de substancia y a esto me refiero con que están llenos de carga
emocional, de un mundo que se desmorona, se hace trizas, de impotencia al no
poder hacer nada al respecto más que aferrarse a lo que alguna vez seguro «No
“viendo” los signos de fuego escritos en la pared; disfrutábamos, como antaño
el rey Baltasar, de todos los deliciosos manjares del arte, sin temor al
futuro». (52) e intentar luchar contra «el heroísmo falso,
que empuja a los otros a los sufrimientos y a la muerte; contra el optimismo
barato de los profetas sin conciencia, tanto militares como políticos, que
prometen, sin ningún escrúpulo, el triunfo y prolongan la carnicería». (182)
El mundo de ayer son recuerdos traídos a la memoria después de
muchos años, en los que el tiempo seguramente ha nublado datos precisos pero en
los que se mantiene vivo el sentimiento: la memoria de los sentidos, la memoria
del corazón, expresada con el lenguaje, fresco y sencillo.
Por
último, el final trágico llega y de pronto el autor «observa su propia sombra,
tal como veía las sombras de la otra guerra tras de esta guerra real.[…] Pero
finalmente toda sombra es, en última instancia, hija asimismo de la luz. Y sólo
quien ha experimentado acontecimiento claros y oscuros, la guerra y la paz, el
ascenso y descenso, sólo ése ha vivido en verdad». (330)
Referencias:
ALEMÁN, M. M. (2010). Literatura, memoria e
identidad.Una aproximación teórica. Obtenido de
file:///C:/Users/noemi/Downloads/36595-37758-1-PB.pdf
Colinas, A. (s.f.). La literatura de la memoria.
Obtenido de Centro virtual Cervantes:
http://cvc.cervantes.es/literatura/aispi/pdf/17/17_069.pdf
FLORES, I. M. (2014). Metáforas de la memoria.
Entrevista a Fernando Lima. Obtenido de Redacción ElClubExpress:
http://elclubexpress.com/blog/2014/01/13/metaforas-de-la-memoria-entrevista-a-fernando-lima/
LUNA, A. M. (s.f.). Memoria personal y memoria
colectiva en la literatura de la cristiada. Dos ejemplos emblemáticos: Rescoldo
y Pueblos del viento del norte . Obtenido de Centro Virtual Cervantes:
http://cvc.cervantes.es/literatura/aispi/pdf/17/17_297.pdf
PAZOS, A. (2004). Tiempo, memoria e identidad
personal . Obtenido de Consejo Superior de Investigaciones Científicas :
http://rdtp.revistas.csic.es/index.php/rdtp/article/viewFile/146/147
Soto, C. I. (2008). El Tiempo en las Confesiones de
San Agustín. Revista de Humanidades.
Zweig, S. (2008). El mundo de ayer. México:
D.F.: Porrúa.
[1] Todas
las citas en las que solamente se haga una acreditación al número de página de
la cual fue extraída son citas del libro El Mundo de Ayer de Stefan Zweig (Zweig, S. (2008). El Mundo
de Ayer. México D. F.: Editorial Porrúa.)
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