Mi vida en libros. Autobiografía intelectual


Por Noemi Sánchez 



¡Corre! ¡Corre! … Es lo primero que viene a mi mente cuando pienso en el primer cuento que escogí, fue mi primer acercamiento a un libro sin que nadie tuviera que decirme cuál debía leer. Recuerdo llegar a la biblioteca de la escuela y ver todos los estantes con libros, tenía 5 años. No tenía idea del gran esfuerzo que conlleva tomar un libro y leerlo, ¡eran demasiados! Comencé a inspeccionar las portadas de todos, era claro que no conocía el dicho “no juzgues a un libro por su portada”, así que sin ningún remordimiento lo hice.  Hubo un libro que captó mi atención, era misterioso, con una portada sencilla pero cautivante para mí, ese libro era El túnel de Anthony Brown.  El cuento narra la historia de dos hermanos que eran totalmente diferentes y peleaban por todo, hasta que llegó un día en el que descubrieron un túnel camino a casa y decidieron ir a investigar. El hermano entró primero y al ver que no salía, su hermana menor decide ir a buscarlo. Cuando por fin lo encuentra su hermano se había convertido en una estatua de piedra. La niña lloró tanto que pudo romper el hechizo en el cuál cayó su hermano y él lo agradeció.  Juntos corrieron hasta el túnel para regresar a casa.


Esta historia ha permanecido en mi mente tanto tiempo debido a que después de leerla, tuve que presentarla en clase. Tanto fue el éxito que gané concursos de foros de lectura por mi representación y vaya que me esforcé ensayando todas las noches mi discurso y mi actuación.

A los 6 años llegaron los libros de dibujo: anatomía, perspectiva, proyección de sombras y  luz. Todos libros de un tío, arquitecto. Cada domingo ansiaba por llegar a casa de los abuelos, subir a la guarida que habíamos construido mis hermanos, primas y yo, para tomar un libro de dibujo y tratar de copiar todas las formas presentadas ahí. Dibujos de  pies, manos, cuerpos enteros y figuras llegaban a manos de mis padres cada fin de semana que no sabían dónde colocarlos. Al dibujar me sentía libre, era mi espacio y nadie podía distraerme de eso. Recuerdo que todas las navidades y celebraciones de Año Nuevo hasta los 11 años íbamos a casa de los abuelos a cenar y festejar pero yo simplemente no aguantaba tanto tiempo despierta y me quedaba dormida. A la mañana siguiente era la única despierta a las 7 A.M. así que sólo tomaba un libro de dibujo, una hoja y un lápiz y disfrutaba de ese momento tranquilo, de silencio.

Aproximadamente a los 8 años, una visita al dentista influyó en la institución de tiempos de lectura  por las noches. Mis padres, cómplices de la dentista, decidieron ponerme paladares. Durante los primeros días no podía hablar ni pronunciar bien las palabras, por lo que la dentista me recomendó leer todos los días media hora en voz alta. Para esto mis padres nos compraron un gran libro de cuentos entre los cuales mis favoritos eran Barba Azul, El canto del ruiseñor, Los siete cabritos y el lobo, Soldadito de plomo y  La Cerillera. Por lo tanto yo era quien contaba  las historias.

Después de esto, hasta años más tarde, volvió a surgir el interés por la literatura, puede que haya leído diversas obras pero no recuerdo con exactitud, por lo tanto no es relevante. La siguiente obra importante para mí fue La ciudad de las bestias  de Isabel Allende. Fue con esta obra donde pude trasladarme a otro lugar, me imaginaba pérdida en el Amazonas, las facciones de los personajes e inclusive las bestias. Fue un proceso tan creativo que las imágenes siguen vívidas en mi mente.

Conforme pasaba por diferentes etapas de mi vida, mi lectura hacia lo mismo, trataba de adaptarse a mí. Al entrar a la adolescencia leí ciertos libros que sobresalen desde mi perspectiva pero no son tan relevantes, como: El alquimista, Momo, Las aventuras de Tom Sawyer, Cazadores de sombras, Bajo la misma estrella, Hermosas creaturas, Un mundo feliz, El perfume, Frankenstein, y Ricardo III.
Pero hay un libro que si ha marcado mi vida, puede ser de la manera que no esperaba pero lo hizo. Lo leí a principios de mi adolescencia, 11 o 12 años, este libro es Sobibor de Jean Molla. Cuando comencé a leer la obra me interesé mucho en el aspecto de la Segunda Guerra Mundial, pero conforme continué leyendo me di cuenta que el personaje principal se estaba desmoronando.

Creo que con este libro aprendí a que debes estar preparada para enfrentar un libro. Siempre hay un momento apropiado para leerlos, pero si no estás preparada puede dañarte. Otro aspecto es que la historia nunca debe convertirse en la historia de uno mismo, siempre debe haber esa separación entre el libro y tu vida. Creo que al comenzar al leer la obra estaba pasando por un momento de inseguridad en el que no sabía quién era y tomé todos los consejos que daba el personaje como benéficos y necesarios. Este personaje era una joven de 17 años, la cual sufría de anorexia y depresión. Hay una cita que quedo muy marcada en mi mente que dice que el hecho de vomitar es sólo un alivio para sentirte mejor, es una forma de sacar todos tus problemas y frustraciones. Por lo que creí tanto en sus argumentos que intenté hacer lo mismo. Esta fue una etapa no muy buena para mí.


Después llegaron los libros importantes como El guardián bajo el centeno (mi libro favorito), Great expectations, Things fall apart, 1984, Pedro Páramo, El Quijote, El Principito, el Gran Gatsby y algunos sonetos the Shakespeare.
De cada uno hay una parte en la que puedo relacionarme, como lo es Great Expectations, en donde quisiera tener un benefactor o El Gran Gatsby en donde la lucha de clases es siempre constante, con Things fall apart aprendí que siempre puede haber una situación en la que parezca que nuestro mundo se desmorona y si no llegamos a adaptarnos corremos el riesgo de perdernos a nosotros mismos, con Pedro Páramo aprendí que los hechos nunca son cien por ciento reales y que el verdadero sentido de la vida es poder dejar huella y trascender.

Por último, el libro que ha marcado más mi vida es la Biblia. Al estar en el espíritu puedo disfrutarla y digerirla, pero si solamente la leo en la superficialidad no es más que mero conocimiento y religión. Como dice en 2 Timoteo 3:16 ”Toda la Escritura es dada por el aliento de Dios y útili para enseñar, para redargüir, para corregir y para instruir en justicia”. Este versículo me muestra que la Biblia es mi sostén. Y otro versículo que ha estado conmigo en todo momento, bueno y malo, y que me ha traído paz es Josué 1:9 “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente, no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo a dondequiera que vayas.”

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